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exposición "El continente desde adentro".

Exposicion arte
Las obras expuestas consisten en una crítica al exterminio étnico, territorial, cultural, espiritual y social al que han sido, y están siendo, sometidas las culturas precolombinas, desde la llegada de los europeos al continente americano.

Para ello, tomamos como punto de referencia  el mito del Inkarri, dada su esencia profética y reivindicativa, que proporciona un sentido mítico a la unión de los aborígenes del continente, en su causa común de restaurar el orden natural de la existencia humana.

El mito cuenta la existencia de Inkarri(Inca rey) en periodos de la conquista española, que fue capturado por medio de engaños y mentiras por Esparri (Rey de españa) y posteriormente asesinado y desmembrado. Se cuenta, que a pesar de este acto  Inkarri no murió, su cabeza sigue viva y además de estar enterrada en el Cuzco en un lugar inaccesible para los europeos y yanaconas, los cabellos de su cabeza siguen creciendo por debajo de la tierra con el fin de juntar sus partes separadas y volver a expulsar a los déspotas, regresando de esta forma el orden natural al mundo. Será el comienzo de una vida próspera para el continente, y el fin del mundo, pero del mundo occidental y su dominio en tierras ajenas. 


En la primera obra “el ritual del fin del mundo” podemos observar 11 figuras, 7 correspondientes a esqueletos con  vestimentas  distintivas de culturas en riesgo de desaparición o extintas, 3 deidades precolombinas, que simbolizan en la escena  la acción de fuerzas naturales,  que ayudaran a el renacer de un nuevo mundo para los aborígenes, simbolizado por una 4 figura, el Inkarri.

Esta escena utiliza un lenguaje poético, con la intención de manifestar  la venida de un apocalipsis para nuestra cultura predadora, con su exclusión social, inequidad, individualismo, que  la están llevando a su límite, a la vez  que  la esperanza de un nuevo renacer, donde una cultura basada en ciertos valores precolombinos, genere el resurgir del Inkarri, simbolizado por el nacimiento de un territorio donde todas las etnias convivan en armonía.

La figura central de esta obra, es el  Inkarri, con su imagen mítica de un hombre uniendo su parte desmembradas, siendo  poetizado a través del derretimiento de un cuerpo en una fogata.

Danzando en torno a esta figura central se encuentran los demás personajes:

Huehuetéotl (dios azteca del fuego), símbolo de la sabiduría y de la energía de vida, aporta su aliento de calor para iluminar las mentes y exaltar los corazones, Pawahtun (dios Maya) presagia días nefastos para la civilización actual, Tanu (espíritu selk”nam, encargada de transmitir los valores en las ceremonias),  se haya como testigo, en actitud de espera, mientras un tehuelche con talante melancólico, rememora el aniquilamiento de su pueblo, invitándonos a no olvidar el pasado, para no repetir las mismas acciones.

Además tocando el siku (que simboliza la síntesis de forma de vida comunitaria en armonía y equilibrio hecho música ), el kultrun, la trutruca se haya un músico aymara, una machi y un trutrukatufe; que en conjunto con Kokopelli (deidad Hopi) y su flauta dulce, inyectan prosperidad y fuerza al renaciente Inkarri, mientras al son de la música un rapa nui y una Aztecatl festejan la gran venida. De esta manera se nos presenta una imagen apocalíptica pero vitalista.

Cabe destacar, que el hecho de que los humanos presentes en la ceremonia, figuran siempre a modo de esqueletos, es para dar cuenta de la  agonía  física y psicológica a la cual están siendo arrojadas todas las culturas precolombinas. Los huesos nos hablan de defunción, peligro o advertencia por lo tanto no es casual, su elección para esta obra.

La segunda obra “Los cuatro caminos del Inkarri” es un Juego de estrategia ambientado en una hipotética América donde aún no ha llegado el imperio español, pero las profecías anuncian la llegada de un mal ultramarítimo que vendrá a remecer las tierras ancestrales.

  Cuatro pueblos precolombinos tratan de lograr una unificación del continente a través de la formación de un imperio hegemónico que pueda impedir y neutralizar cualquier dominio por parte de los invasores.

  Incas (de color Amarillo), aztecas (de color verde), mapuches (de color rojo) y selk’nam (en color celeste), son los cuatro caminos que protagonizan la disputa que tendrá como resultado el surgimiento del mito del Inkarri que conocemos en nuestros días.

 El juego surge por la inquietud de conocer las culturas divergentes que forman parte de nuestras raíces ascendientes, a través de su historia y leyendas. Dicha curiosidad se potencia al ir conociendo la riqueza y profundidad de sus historias y relatos, que muestran en muchos aspectos un desarrollo cultural que llega a superar, a veces, el nivel europeo, en sus facetas civilizatoria, imperial, belicosa y espiritual. Lo que nos puede llegar a hacer imaginar cómo sería nuestra sociedad hoy en día si no se inspirara en el derecho y sociedad romanos, sino por ejemplo en el Inca y su modelo de desarrollo social y su derecho consuetudinario como garante de la justicia. O una sociedad basada en el nomadismo Selk’nam y su cosmovisión profunda y estelar. O el tipo de sociedades más belicosas de los Aztecas, quizás más cercanas a la visión occidental predatoria de recursos humanos y de materias primas, pero que de todas formas tenía un modo de entender la existencia humana de modo más profundo y global. O la horizontalidad en la toma de decisiones del pueblo Mapuche, que carecía de un gobierno centralizado y que tomaba sus decisiones en comunidad, cual asamblea constituyente; junto con un desarrollo de lenguaje simbólico rico en significaciones y semántica que se plasmaba en la ropa o accesorios.

 Todos ellos, finalmente, con un respeto cultural por el medioambiente, de la naturaleza y lo que de ella se toma, pensando siempre en la retribución y en la preservación del ecosistema, lo que históricamente ha sido irrespetado y desvalorizado por la cultura occidental.

 Por lo tanto, el hecho de generar un interés por las culturas precolombinas, es un llamado a imaginar un tipo de sociedades diferentes, donde el respeto y cuidado de la naturaleza sean parte primordial de la interacción del individuo con el medio. Un llamado al desarrollo de arquitecturas que sobreviven por más de cinco siglos en pie, con una perfección y belleza que nada tiene que envidiar a los imperios milenarios como el chino, egipcio o indio. Un llamado a tener una distribución social como la de los Incas, con su sistema de reparto de tierras y alimentos, con un nivel de organización política y social no jerárquico que tomaba las decisiones en comunidad al modo Mapuche, con un desarrollo artístico y cosmogónico como el de los Selk’nam y sus cuerpos pintados, junto con su resistencia biológica a las condiciones climáticas adversas. Un mundo donde el legado y los conocimientos de nuestros ascendientes precolombinos tenga algo que aportar más allá de una historia interesante, es decir, la riqueza intelectual con que entendían al mundo y al hombre.

Finalmente, mientras la obra “el  ritual del fin del mundo” es un testimonio del presente y futuro de las culturas originarias, el juego “los cuatro caminos del inkarri” es una mirada al pasado para revalorar, entender y conocer las riquezas de esas culturas que nos anteceden.

EL CONTINENTE DESDE ADENTRO

 La mirada del invasor viene de afuera, las imágenes de las primeras cartografías eurocéntricas se dedicaron a configurar el exterior, primero de unas islas y bordes desconocidos de las Indias, hasta que se dieron cuenta que ese exterior de fin de un viejo continente, en realidad, era el inicio de uno nuevo, habían descubierto América en el siglo XV. Repensar la geografía desde una mirada interior -en el doble sentido, de volcada hacia así, y reconociendo el perímetro inmediato del continente sudamericano- supone un gesto micro político cuyo objetivo es redibujar el territorio y a sus habitantes. En el entendido de que paisaje y persona constituyen la unidad misma del territorio, y más aun si lo hacemos invocando o recordando a los pueblos originarios. No podemos entender a uno sin el otro, y ese mismo sentido de imbricación e hibridación dinámica es el que podemos reconocer en la investigación artística de Carolina Colil. Carolina Colil redibuja una nueva cartografía partir de relatos fragmentarios y perdidos en el tiempo. Lecturas archivo, entrevistas y visiones se conjugan en un riquísimo magma creativo. Hace un esfuerzo por dar imagen y sentido a mitos que constituyen una geografía poética original, pues en sintonía con lo que ha afirmado el poeta Raul Zurita: “Chile, primero fue un poema y mucho después una nación”. Esta es la envergadura de los temas, los materiales y las formas implicadas en el trabajo de Carolina Colil, retornar a ese poema y restituir la función simbólica y ritual del arte como lucha contra la muerte, como actualización del pasado, como ocupación de un nuevo continente articulado por la tectónica del altiplano y la cordillera de los andes. En medio de esa cartografía poética, lúdica, sensible y a la vez macabra han encontrado el lugar físico y espiritual unas figuras pequeñas que en diferentes escenas reconstruyen el camino interior del continente por el que transitaron y habitaron, entre otras, las culturas Azteca, Inca, Mapuche y Selk´nam. 

RAMÓN CASTILLO
Director Escuela de Arte Universidad Diego Portales